Todo lo que es perceptible por los sentidos, es perecedero. Cuando la causa es perecedera, su efecto es también perecedero. Lo mismo que los órganos de los sentidos mismos no son verdaderos, así también las experiencias derivadas por medio de ellos tampoco son verdaderas y por lo tanto perecederas.
Esto nos lleva al razonamiento básico de que si nuestro interés en las enseñanzas es ilusorio pereceremos como la causa.
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